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Las siete reglas de Paracelso
2º
Desterrar absolutamente de tu ánimo, por mas motivos que existan, toda idea
de pesimismo,
rencor, odio, tedio, tristeza, venganza y pobreza. 3º
Haz todo el bien posible.
Auxilia a todo
desgraciado siempre que puedas, pero jamás tengas debilidades por ninguna
persona. Debes cuidar tus
propias energías y huir de todo sentimentalismo. 4º
Hay que olvidar toda ofensa, mas aun: esfuérzate por pensar bien del mayor
enemigo.
Tu alma
es un templo que no debe ser jamás profanado por el odio.
Todos los grandes
seres se han dejado guiar por esa suave voz interior, pero no te hablara
así de
pronto, tienes que prepararte por un tiempo; destruir las superpuestas
capas de viejos
hábitos, pensamientos y errores que pesan sobre tu espíritu, que es
divino y perfecto en si, pero impotente por lo imperfecto del vehículo que le
ofreces hoy para
manifestarse, la carne flaca. 5º
Debes recogerte todos los días en donde nadie pueda turbarte, siquiera por
media hora,
sentarte lo más cómodamente posible con los ojos medio entornados y
no pensar en
nada. Esto
fortifica enérgicamente el cerebro y el Espíritu y te pondrá en
contacto con
las buenas influencias. En este estado de recogimiento y silencio,
suelen ocurrírsenos
a veces luminosas ideas, susceptibles de
cambiar toda una existencia.
Con el tiempo todos los problemas que se presentan serán resueltos
victoriosamente
por una voz interior que te guiara en
tales instantes de silencio,
a solas con tu conciencia. Ese es el daimon de que habla Sócrates. 6º
Debes guardar absoluto silencio de todos tus asuntos personales.
Abstenerse, como
si hubieras hecho juramento solemne, de referir a los demás, aun
de tus más íntimos todo cuanto pienses, oigas, sepas, aprendas, sospeches o
descubras. por
un largo tiempo al menos debes ser como casa tapiada o jardín sellado.
Es regla de suma importancia. 7º
Jamás temas a los hombres ni te inspire sobresalto el DIA mañana.
Ten tu alma
fuerte y limpia y todo te saldrá bien. Jamás te creas solo ni débil,
porque hay
detrás de ti ejércitos poderosos, que no concibes ni en sueños. Si
elevas tu
espíritu no habrá mal que pueda tocarte. El único enemigo a
quien debes
temer es a ti mismo. El miedo y desconfianza en el
futuro son madres funestas
de todos los fracasos, atraen las malas influencias y
con ellas el desastre.
Si estudias atentamente a las personas de buena suerte,
veras que intuitivamente,
observan gran parte de las reglas que anteceden. Muchas de las
que
allegan gran riqueza, muy cierto es que no son del todo buenas personas, en
el sentido
recto, pero poseen muchas virtudes que arriba se mencionan. Por otra
parte, la
riqueza no es sinónimo de dicha; Puede ser uno de los factores que a
ella conduce,
por el poder que nos da para ejercer grandes y nobles obras; pero la
dicha más duradera solo se consigue por otros
caminos; allí donde nunca impera
el antiguo Satán de la leyenda, cuyo verdadero nombre
es el egoísmo. Jamás
te quejes de nada, domina tus sentidos; huye tanto de la humildad como de
la
vanidad. La humildad te sustraerá fuerzas y la vanidad es tan nociva, que es
como si dijéramos:
pecado mortal contra el Espíritu Santo. |